Tal
vez ya no quiera tu reflejo
a
través de la ventana
ni
tu espejo agrietado
que
se arranca de una silla.
Ni
tu espalda en la cocina atrincherada
ni
tus piernas
Otra
silla/ desarmada.
Y no
quiera las mañanas aún oscuras
ni
tu abrazo
tan
dispuesto/ ya sin brazos.
Tal
vez despertaste tus vacíos
cuando
el sueño deambulaba- acompañado
y
discernir entre la boca que moría
por
tu boca descarnada
y
tus ojos de sí mismos
incendiados.
/un
encanto de lo hambriento/
Tal
vez ya no quiera
una
lluvia suspendida
inútil.
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