sábado, 17 de septiembre de 2016

Empiezo a balbucear eso que llevo y asoma algunos días.
Algo lo puede acercar si me detengo a tiempo.
Verte tan frágil ese único momento cuando cuidabas a quien te cuido más de una vez.
El paso lento dado al otro, una prueba de fidelidad, los relojes detenidos, los pajaritos guardados a medio camino.
Verte el corazón blando, espejo agua los ojos.
Ser un bastón y un hombre ceniciento. Te golpeó fuerte la vida esos días mientras cuidabas, te toco hacerlo, cuidarla. 
Vuelvo a tu boca, pero solo a la imagen de tu boca
no interesa que hay más allá ni siquiera si está presa, colmada o hambrienta.
Unos pétalos claros y frescos y un centro vacío.
Olvidé la lengua
la forma de tu lengua
creo conservar algo de la temperatura, pero solo lo creo.
Olvidé por entero al cuerpo, a la piel y su aroma.
Respiro 
apenas
algo del aire que jugaba en los espacios huecos entre dos.
Cada palabra unida a otra
a tus otras palabras hilvanadas por tu aliento y tu voz pausada
de prisionero viejo y libre ahora
soportando lo pasado, aún.
Cada palabra hilvanada por tus notas, tu tono de voz, mejor decirlo así
tu tono de voz como una alfombra necesaria para descansar sobre un costado
mirándote, durmiendo y soñando en tus ojos llenos y vacíos
tan vacíos de tan llenos que siempre tienen algo para dar.
Tu manto de sonido, tus palabras
toda la trama, el sustento, la raíz de los años ahí puestos
aparentemente pesados y sin embargo flotan...
levantan vuelo por lo mínimo
como pluma
Tu tejido de palabras es un arte de plumas, posado y pronto para volar.