sábado, 11 de febrero de 2017

Demasiado humano

Das un paso tras otro, pasos cortos con un ritmo que no es el tuyo. Es ajeno.
Sabes que algo cambió, se transformó. Estás a punto de darte la vuelta, revertir la situación.
Lo que empezó te enamora pero te da una libertad inmensa con la que no puedes vivir.
Necesitas la tranquilidad de antes, a su vez un vacío, nadie existía, te habías limpiado.
Sabes que no eres correspondido como quisieras; te conoces, y la intensidad con la que sientes te traiciona. 
Dejas de ser tu, empiezas a fantasear y a crear una sutil dependencia con el cuerpo del ser amado. Lo deseas, quieres su exclusividad. Crees que su mirada húmeda y brillante te dice algo que conoces porque ya lo has vivido pero nunca ha sido claro. Faltan palabras que al caso tienen un peso enorme, casi que de acuerdo, de llave. Abrimos una puerta, corremos las cortinas y dejamos que entre la luz, o cerramos la puerta definitivamente. (Recuerdas que las palabras tampoco alcanzan, se desmoronan en las tormentas).
Aclaras todo lo que sientes. Puedes esperar porque vale la pena(piensas), y la libertad se multiplica, el tiempo y la rutina aliviarán el peso, y quizás pronto algo lo apague o lo diluya, hasta que vuelvas a encontrarte sin miedo, sin cuerpo amado, sin motivo que arriesgar.

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