miércoles, 6 de abril de 2016

Casa...

Volví otra vez a  casa, ella tiene una historia que precede el entorno que ha forjado la industria y la mala urbanización, llega el olor del puerto, llega el olor de la fábrica de cerveza, las ventanas se enfrentan a otras y se puede ver el comportamiento de algunos hombres, solo hombres. Siempre vestidos de azul,  son más visibles en el turno de la noche cuando la luz crea el espacio que se expande detrás de las ventanas. Una vez uno de ellos  me saludo desde su altura, en este tiempo nos hemos estado observando y conformándonos con eso.
Vuelvo, y para mi sorpresa me encontré con una humilde plantita abandonada en el balcón, volvía a crecer para recibirme sin haberle dado yo ningún cuidado. Otras sorpresas también se sucedieron como una concordancia de hechos a mi favor, dos nuevos amigos con los brazos abiertos a contenerme y a compartir la soledad que cada uno traía  en su mochila.

La casa de techos altos, volvió a recibir mis pies sobre los pisos de madera de las amplias  habitaciones como la primera vez, volviéndose refugio de una ingenua y quebrada enamorada.

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