Cuando
estuve triste adelgacé unos cuantos kilos. Se asomaron los pómulos más que
nunca como dos almohadillas óseas definidas cuasi tronos dispuestos a continuar
acunando mis globos oculares de esclerótica pinchada que no paraba de
derramar las imágenes líquidas-licuadas de los últimos tiempos.
Me superaba
está incesante fuga acuífera y comencé a llenar bidones, peceras, cisternas y
ollas.
Ciertos
animales amantes de la humedad circundaban mi espacio vital ya manantial y se
disputaban el mejor líquido con gentes de mantón y cruces espinadas.
De un lado a
otro me llevaban como regadera sobre pedestal bañando bebes siameses y
empapando tierras ya muertas de humanidad.
Cuando un
día tuve sed ninguno de mis creyentes me sació, infieles todos!!!
Y bebí de mi misma y olvidé que un día estuve triste.
Y bebí de mi misma y olvidé que un día estuve triste.