Llevas la
carne en tus espaldas. Durante horas transportas las gotas que tiñen tu camino en
rojo.
No te siguen los hambrientos ni los cocineros.
Tu rastro no lo pisa
nadie.
La lluvia lo desvanece todo pero estas ahí...de nuevo con un cadáver al
hombro, otro y otro...te detienes, vuelves la mirada ¿quien me ve dejando estos
cuchillos? (piensas). Y esparces bolitas carmín como garrapatas hinchadas
prendidas a lo vivo, y ya no te sigue nadie y cae tu peso parásito mueble que
nada sabe si no es de confundir al muerto con el vivo, la risa a medias en las
boquitas y las moscas.